[Dado en el marco del Encuentro ¿Qué hacer frente a las elecciones? Desafíos desde
el Estado laico y los derechos humanos, Ciudad de México, 24-25 mayo 2018]

Los días 24 y 25 de mayo del presente año nos reunimos integrantes de diversas organizaciones y agrupaciones sociales de inspiración cristiana, para reflexionar sobre el momento histórico que como nación estamos viviendo con el objetivo de asumir con esperanza y compromiso el desafío de reconstruir el tejido social y comunitario que ha sido desgarrado por la imposición, en nuestro país, de un proyecto político y económico altamente nocivo, un proyecto de muerte contrario a la dignidad humana y a la sacralidad de la Tierra.

Con el clamor de los pueblos, especialmente los más pobres y oprimidos, resonando en nuestros corazones, en esta hora decisiva de nuestra historia hacemos un llamado a la clase política y económica de nuestro país y a todos los sectores de la sociedad a no aplazar más la esperanza en un mundo de justicia y de paz, a no eludir más el compromiso del bien común como eje inspirador del quehacer democrático en lo político, lo social y lo económico en nuestro México.

Somos conscientes de que los desafíos que hoy vivimos como pueblo son tan profundos que requieren un esfuerzo consistente de articulación de voluntades y sueños que trasciendan el complejo momento electoral que hoy nos abruma; por lo tanto, convocamos a la participación política y social con una mirada de largo alcance, con una visión de futuro que entienda que la autonomía soñada por muchas y muchos se construye desde abajo, desde los pueblos, mediante la unidad de nuestras diversidades, la suma de esfuerzos y la lucha permanente contra el odio, el miedo, la desesperación y la injusticia.

En medio de la violencia exacerbada que nos divide y polariza, soportando sobre nuestros hombros el pesado fardo de la corrupción y la impunidad institucionalizadas, rechazamos rotundamente la continuidad de un régimen político y unas condiciones sociales insostenibles e insoportables para la mayoría de la población y expresamos nuestra voluntad inquebrantable de trabajar codo con codo, como ciudadanos y ciudadanas, como personas creyentes, unidos a comunidades y movimientos que día a día hacen realidad el bienaventurado sueño de que las y los pobres y humildes hereden la tierra.

Por ello, en lo inmediato, de cara al presente proceso electoral en que, como nación, elegiremos no sólo el mayor número de puestos públicos de nuestra historia, sino también un nuevo y definitivo rumbo en medio de un escenario nacional e internacional complejo y adverso, hacemos un llamado a la reflexión colectiva para un voto informado, razonado y acrisolado en la empatía y la fraternidad frente a las campañas de odio, la construcción de pos-verdades en torno a proyectos emancipatorios con el fin de crear temor; las descalificaciones infames, el despilfarro, la compra de votos que abusa de las necesidades fundamentales de la gente, la violación al Estado laico y la configuración a modo de nuestras instituciones electorales, que prefiguran de nueva cuenta elecciones empañadas por el fraude, la corrupción y el intervencionismo estadounidense; y en consecuencia, resultados electorales faltos de transparencia y legitimidad.

Frente a ello exigimos un apego estricto a derecho y el respeto a la voluntad ciudadana que de manera rotunda e histórica está expresando su voluntad de un cambio real, profundo y su rechazo a la perpetuidad de las actuales condiciones políticas. Para lograr esto, llamamos a la organización para la vigilancia del proceso electoral y para lograr hacer efectiva una democracia más allá de lo electoral, una democracia más completa que no solo abarque lo político sino se extienda también a lo económico y lo social.

Invitamos a no caer en la trampa triunfalista que concentra demasiadas expectativas en los resultados electorales, que no significan de forma automática una transformación democrática de la sociedad, sino sólo el comienzo de dicha transformación, que no es factible en el corto plazo y no será posible sin una agenda social y política amplia, de acuerdos máximos desde puntos mínimos que respondan a los ya inevitables clamores de pueblos que viven en la pobreza, la explotación laboral y la precariedad, la violencia generalizada y la ausencia total del estado de derecho, la desaparición forzada y sistemática de sus seres queridos, el secuestro y la trata con fines de explotación sexual y comercial, la violación y estigmatización de los derechos humanos y de quienes los defiendes, la violencia de género que se manifiesta en incontables feminicidios y crímenes de odio, la corrupción gubernamental y la impunidad, la consolidación de fundamentalismos religiosos y políticos, el terror cotidiano que genera división y desconfianza, el exilio por la violencia exacerbada y la necesidad de sobrevivir, la destrucción irrestricta de la naturaleza considerada madre, maestra, hermana… siendo estas y muchas otras más, manifestaciones de una crisis civilizatoria más profunda, de carácter global y cuyas raíces más profundas son económicas, producto del desesperado intento de mantener vivo el capitalismo neoliberal, para lo cual se intensifican y sofistican estrategias de dominación de espectro completo que justifican y multiplican las violencias.

Desde la espiritualidad profética que nos une y nos inspira, hacemos un llamado a evadir la indolencia frente a estos rostros y rastros del desastre, a tomar conciencia de que la participación política por un cambio social (desde la sociedad) es un valor ético y cristiano necesario para abatir el individualismo, lograr la unidad de las izquierdas desde las bases populares y sentar las bases de un cambio estructural desde una comprensión integral de la democracia en la que han de articularse de manera armónica el desarrollo, la diversidad y los derechos humanos.

Este sueño no es sólo nuestro, en él nos han precedido ancestralmente los pueblos originarios y luego los movimientos sociales, que nos dan esperanza y certidumbre en medio de la desolación. En especial las juventudes, las madres y padres de personas desaparecidas y los movimientos de víctimas, hoy nos alientan con su resistencia y creatividad y nos permiten mirar más allá del 1º de julio, más allá de nuestra debilitada y corroída democracia electoral, para poner en marcha un renovado esfuerzo por hacer realidad, lo antes posible y de forma duradera y profunda, una paz que nazca de la justicia.

Organizaciones firmantes:

Observatorio Eclesial

Fundación Don Sergio Méndez Arceo

Centro de Derechos Humanos “Fray Francisco de Vitoria OP”

Iglesias por la Paz

Teólogas e Investigadoras Feministas de México

Servicio Internacional Cristiano de Solidaridad con América Latica “Oscar A. Romero” – México

Secretariado Social Mexicano

Centro de Estudios Sociales y Culturales “Antonio de Montesinos”

Iglesia Anglicana de México

Centro Nacional de Comunicación Social

Comunidad Ecuménica Magdala

Mujeres para el Diálogo

Foro Intereclesiástico Mexicano

Firmas personales:

Zuleyma Edain Ramos Valdez

Arturo Carrasco Gómez

Gabriela Juárez Palacios

Rosa María López Palacios

Maricarmen Montes

Julián Cruzalta

María Elena López Gallardo

Carmen Gallegos R.

Humberto Ángel Torres

Juan José Quiroz Sosa

Fernanda González

Beatriz Mendoza Oropeza

Fernando Cruz Miranda

Magaly Alcántara Ramírez

Diana Beatriz Chavolla Navarro

José Guadalupe Sánchez Suárez

Josué Bravo Rodríguez

Mónica de la Cruz Collí Pacheco

Cleotilde Fernández García

Luz Adriana Álvarez Aguirre

Eugenia Jiménez

Leoncio Morán Juárez

Jaime Laines Potisek

Patricia Santiago

Ricardo Guillermo Gállego B.

Ángel Sánchez Campos

Hildelisa Preciado… y más

Imagen destacada: Observatorio Eclesial