Estos tiempos tan complejos y desafiantes, sobre todo en materia de derechos, exigen de nuestra parte respuestas del mismo calibre, pero revestidas de empatía y reivindicación de todas las formas de vida.

Editoriales | Columna semanal de Fr. Miguel Concha en La Jornada

Web original | Imagen : Jorge Luis Aguilar Pantoja

Por: Miguel Concha

15 de enero de 2022

Además de la pandemia de covid-19, el siglo XXI ha quedado marcado a escala mundial y nacional por la crisis civilizatoria y la de derechos humanos. El fin de 2021 nos hizo llegar a puerto en condiciones complejas. Esto sin duda determinó un momento para hacer un alto, un balance que, lejos de concluir, ha de mantenerse, casi como consigna permanente. Ahora que emprendemos un nuevo viaje, al inicio de 2022, en el horizonte inmediato vislumbramos retos mayúsculos, quizá los más importantes en la historia reciente de la humanidad: desigualdad, inseguridad, violencia sistemática y generalizada, impunidad, corrupción, delitos y violaciones graves a los derechos humanos, crisis climática, pobreza, desapariciones forzadas, crisis forense, feminicidios y violencia de género contra las mujeres, discriminación, segregación y racismo.

Estos tiempos tan complejos y desafiantes, sobre todo en materia de derechos, exigen de nuestra parte respuestas del mismo calibre, pero recubiertas de empatía, sinergia, resistencia, reivindicación y cuidado de todas las formas de vida. Y ellas deben ser no sólo de un grupo, sino que en su génesis han de provenir de todas las voces, ya que en la diversidad se hallan también puentes y luchas comunes. Otra característica de las respuestas es que, además de las coyunturas, necesariamente deberán caracterizarse por tener miras de largo aliento, sin precipitaciones y con una alta prevención; con procesos de consulta y participación amplios y efectivos.

Se dice que los derechos son el resultado de las luchas y procesos históricos de grupos que han exigido condiciones de vida más indispensables, muchas veces a costa de sus vidas. Se dice que si hoy podemos disfrutar de la sombra de un árbol es porque alguien lo sembró y procuró su cuidado. En este sentido, tenemos una responsabilidad histórica en materia de derechos humanos: seguir construyendo condiciones más dignas y justas para todas las personas y para los demás seres no humanos.

Quienes vivimos en medio de cualquier clase de privilegio, hagamos uso de éste para servir a quienes históricamente han sido víctimas y sobrevivientes. Hagámoslo para construir otros mundos posibles, más justos, dignos y con paz, especialmente para quienes han sido colocados en situaciones de vulnerabilidad y discriminación. Según la ONU, la pandemia por covid-19 lamentablemente cobrará entre 6 y 10 millones de vidas en el mundo. En medio de la cuarta ola, pongamos en práctica una de las más grandes enseñanzas de 2021: sólo juntos podremos solucionar los problemas estructurales que atravesamos, los cuales, la verdad sea dicha, impactan de manera diferenciada.

Aún hay tiempo para que este camino no sea de cruz, sino de luz. Como parte del glosario que debe estar en nuestras palabras durante este año, he aquí algunas sugerencias: derechos humanos, colaboración, articulación, sinergia, participación, construcción colectiva, democracia, dignidad, paz, igualdad, autocuidado y cuidado colectivo, reconocimiento de fortalezas y áreas de oportunidad, procesos incluyentes, crítica empática, verdad, justicia, reparación y no repetición.

Ahora bien, entre los pendientes más inmediatos podemos identificar: 1. Desde una pespectiva de derechos humanos, la aplicación de vacunas contra el covid-19 de una manera justa y equitativa, con la garantía de su acceso en condiciones de igualdad y no discriminación, 2. El reforzamiento de sinergias entre diversos actores sociales y políticos, a fin de respetar, promover, proteger y garantizar los derechos humanos de todas las personas. Lo cual nos permitirá hacer frente a la crisis civilizatoria y de derechos humanos que atravesamos y 3. La construcción, fortalecimiento e implementación de las condiciones y marcos legales más protectores para las víctimas y sobrevivientes de violaciones graves a derechos humanos, y las y los sujetos de exigencia y grupos colocados en situación de vulnerabilidad.

Por lo anterior consideramos que la sororidad y fraternidad radicales se encuentran a prueba, pues los derechos, como se ha señalado en otras ocasiones, tienen una edad y son resultado de su tiempo y de las necesidades concretas que desarrollan las sociedades y las personas dentro de unas coordenadas espaciales y temporales determinadas.

Hacemos un llamado amplio para que en este contexto complejo veamos un vigoroso despertar de los derechos humanos, tanto a escala mundial como nacional; un despertar que vea materializada esa vocación transformadora de los derechos en términos de igualdad y no discriminación. Anhelamos un año en el que juntos emprendamos un viaje que nos ayude a acrecentar nuestras raíces y fortalecer las alas de cara a las tierras que surcaremos y los vuelos que emprenderemos, porque como dijo Antonio Machado, “ Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar”.