Editoriales | 📰 Columna de opinión en la Revista Contralínea

Web original | 📷 Imagen : Cuartoscuro

Por: Nery Chaves García (Costa Rica), Tanja Vultier (Colombia), Amy Roca Sinay (Guatemala) y Viridiana Martínez Ortiz*

📅 18 de abril de 2020

El presente artículo de opinión guarda una serie de diálogos, reflexiones y sentires, de cuatro mujeres jóvenes que habitan y transitan diversas realidades, desde Colombia, Costa Rica, Guatemala y México.  Lugares en los cuales se ha instalado una pandemia, suscitada por un virus nombrado Covid-19, descubrimiento viral de la época que se ha tornado como punto de quiebre de lo que se vivía cotidianamente, siendo también un tiempo representado como un espacio suspendido desde las incertidumbres; sin embargo que se presenta como una posibilidad para conversar regionalmente. Con todo y las distancias geográficas, mas no históricas, intentamos aproximarnos y sentirnos cercanas. Esto requiere de  paciencia, ternura, buena señal de internet y mucha escucha para comprendernos y reconocernos, desde las vivencias situadas que nos están doliendo, trastocando y, que sin duda, evidencian un momento histórico que implica reorganización, pausa y reinvención de los procesos sociales que luchan y apuestan a la transformación de sentidos, subjetividades y dimensiones materiales de las realidades.

El despojo, concentración de bienes comunes y de riqueza, la misoginia, racismo, odio, represión, criminalización y judicialización a los cuerpos, formas, sentidos y organizaciones de vida contrahegemónicas, son algunas de las características comunes de Mesoamérica. Poblaciones enteras que sobreviven día a día a desigualdades y violencias estructurales que forman la base de los Estado-Nación que les empobrecen, expulsan y asesinan. Sobre esas dinámicas se gobierna desde el control, la militarización y/o securitización de la vida cotidiana, como mecanismos de aleccionamiento contra la organización comunitaria y política.

La crisis sanitaria llegó a la región importada desde los cuerpos que pueden movilizarse extracontinentalmente. El norte mundial importó la Covid-19 al sur latinoamericano, recordando a la época colonial y evidenciando que aún sobrevivimos entre políticas coloniales, patriarcales, racistas, misóginas y capitalistas. Hoy es la desigualdad la que explota en nuestras caras, donde los Estados mesoamericanos, lejos de atenderlas, acentúan esas diferencias al generar recetas uniformes a sociedades tan desiguales.

¿Qué evidencia la crisis?

Desde estas aproximaciones regionales, si algo nos hace entender esta pandemia es la magnitud de la inequidad estructural en lo social, económico y político en la que vivimos. Muchos estaban diciendo que el virus afecta a todas las personas por igual, pero esto contiene diversas condiciones estructurales y para ello basta echar una mirada a los barrios, comunidades y espacios sociales que históricamente han sido desposeídos, siempre los más afectados, más aún en Estados donde lo social nunca ha sido una prioridad en la política pública. En ese sentido, la Covid-19 está alimentado por el capitalismo.

Con este temor, desde las realidades latinoamericanas se están configurando  medidas drásticas de control social que se han implementado para “prevenir” su expansión desmedida; sin embargo esta situación también responde a estrategias de represión que continúan  violentando con mayor agresividad los derechos humanos individuales y colectivos. Las medidas más restrictivas en la región han sido precedidas de movilizaciones importantes y señalamientos profundos al ordenamiento social y el status quo. En Mesoamérica, propiamente, es un devenir autoritario el que dice prevenir a Covid-19, devenir legitimado por el miedo.

Lo anterior puede ser ejemplificado a través de las diversas medidas y estrategias de represión comunes que se están tomando en los diversos países latinoamericanos, evidenciando una serie de problemáticas: las medidas como la cuarentena, el aislamiento social preventivo, toque de queda o incluso estados de excepción, están dando pie a una serie de reconfiguraciones sociales y desde la lógica neoliberal se está mostrando una cara estatal asistencialista.

Es por ello que en términos macroeconómicos se construyen fondos económicos a partir del adelgazamiento de presupuestos de programas sociales, cobrando impuestos llamados “solidarios”, que centran su peso en las personas empleadas públicas, reduciendo las jornadas laborales, flexibilizando las condiciones laborales y ampliando la deuda a nivel interno y externo. Estas medidas, sin duda, van a impactar y a precarizar aún más la vida de millones de personas a nivel regional.

En términos microeconómicos se visualiza un gran número de personas trabajando en el sector informal, sin contrato o seguridad social, dependiendo de los ingresos que pueden generar a diario. Seis de cada 10 personas empleadas en la región están en la informalidad; para ellas, un sólo día de cuarentena significa un gran problema para su sustento y el de sus familias.

En el cotidiano, la pandemia también está visibilizando la gestión de la vida y muerte. Existen muchos grupos sociales que están siendo desprotegidos y olvidados, como las personas que se encuentran en situación de calle, personas migrantes, desplazadas, internas, defensoras y activistas  u otras personas para quienes la medida “Quédate en casa” puede sonar como una burla, un asunto impensable, inhabitable. Lo mismo vale para las muchas mujeres y la niñez que, más allá de desconocer cómo organizar clases virtuales para sus hijas e hijos por falta de internet, están viviendo con sus agresores en casa y para quienes una cuarentena puede resultar incluso letal.

Los feminicidios y los asesinatos a personas defensoras de tierra y territorio y defensoras de derechos humanos no se van a cuarentena. Para muchas comunidades indígenas o rurales abandonadas históricamente o afectadas por multinacionales, o en muchos barrios periféricos de las ciudades, tan sólo las medidas de saneamiento básico como lavarse las manos continuamente se complica por la falta de agua constante.

La batalla contra la Covid-19 se empina cuando se evidencia que la salud no ha sido prioridad política. Según cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2017 América Latina destinó a salud tres veces menos que los países de la Unión Europea [1]. El desfalco a la salud pública corresponde a una crisis que antecedió al virus; en ese sentido la emergencia sanitaria que vive la región tiene raíces profundamente políticas: las inequidades entre los sectores de salud privada y pública, así como las inequidades de acceso a la salud que padecen las comunidades rurales, de pueblos originarios, migrantes, mujeres, niñas y niños que no podrán ser resueltas con las medidas emergentes en la coyuntura actual.

¿Qué impactos va a tener en los movimientos y organizaciones?

El llamado de atención frente a la Covid-19 es claro: resulta fundamental que las organizaciones y movimientos reflexionen y actúen hacia la materialización de sus derechos y/o autonomía política y organizativa para el acceso a los derechos más básicos. Si no tenemos salud, vida, ¿qué es lo que tenemos? Así, la batalla contra la pandemia es una batalla por la vida; horizonte que de por sí ha marcado la organización política, comunitaria y originaria a lo largo de Mesoamérica.

En la dimensión comunitaria, Covid-19 también significa horizontes de posibilidades que se podrían aprovechar para repensar las maneras en cómo nos relacionamos social y naturalmente. Es una posibilidad al regreso de los saberes comunitarios y ancestrales. Muestra de ello es la constelación de movimientos sociales que ponen en común los procesos y espacios que apuestan a la construcción de sentidos de realidad para el sostenimiento de la vida, tal es el caso del surgimiento del Ejército Zapatista de Liberación Mundial (EZLM) [2], forma organizativa que  apela a la reagrupación de diversas realidades que desde la  autonomía y  buen vivir hacen un llamado mundial para ir construyendo respuestas individuales y colectivas, articulando puentes de entendimiento desde diversas geografías, ritmos y formas de vida.

¿Y después de la crisis?

Esta crisis no solamente nos invita a cuestionar lo impuesto, sino articularnos y organizarnos para transformar el hogar común, principalmente los movimientos sociales que nos denominamos anticapitalistas, antipatriarcales y anticoloniales. ¿Cómo volveremos a la normalidad, la que antecedió a este virus y expuso –aún más– los vacíos y las explotaciones?

Ante el aprovechamiento que realizan y realizarán las élites político-económicas y los Estados, resulta volver a la ancestralidad e identificar las prácticas que los pueblos originarios de todo Abya Yala tenían para cuidarse desde la colectividad, esas prácticas que fueron despojadas y destruidas violentamente e hicieron que la visión del vivir fuera antropocéntrica.

Es de esta manera que podemos superar, no solamente esta crisis, sino también el sistema desigual y normalizado que beneficia a una minoría de la población, es tiempo de deconstruirnos de manera individual y colectiva. ¿Acaso no son el capitalismo, el patriarcado, el colonialismo y el racismo enfermedades más letales que el Covid-19?, ¿acaso este virus no es un producto, una mercancía más del sistema capitalista?

Por ahora quedan muchas preguntas que aguardan silenciosamente, pero que habitan cada tiempo e invitan a pensar subjetivamente, si es que se desea volver a la “normalidad” y la eterna promesa del “esfuérzate y lo logras”;  los días de encierro nos confrontan y trastocan los modos y ritmos de vida que se tenían previos a la emergencia. Un sentimiento nostálgico nos humaniza, nos encuentra con las personas queridas y con nosotras y nosotros mismos, nos apropiamos de los espacios privados, trasladando la solidaridad a los espacios colectivos. El devenir de la emergencia es incierto, sin embargo un mar de cuestionamientos encuentran un nodo común: ¿será que estos momentos son para  reorganizar los modos de relaciones sociales, ahora basados desde el bien común?, ¿qué tenemos que cambiar individual y colectivamente?, ¿qué exigencias le haremos a los Estados?, ¿cuál tendría que ser su papel para garantizar una vida digna deseable?, ¿cómo y desde dónde se debe de exigir una reconfiguración del modelo económico?, ¿desde qué lugares políticos se tiene que transformar?, ¿generacionalmente qué desafíos tenemos? Descoser para reinventar la vida y mirar escenarios posibles para re-existir.


[1] Coronavirus: qué capacidad tienen realmente los países de América Latina para hacer frente a la epidemia del COVID: https://bbc.in/2xeYXqv

[2] Henríquez E. (21 mar 2020). “Dan a conocer el surgimiento del Ejército Zapatista de Liberación Mundial (EZLM)”. La Jornada. Recuperado de https://bit.ly/33LsmVf.

*Nery Chaves García (Costa Rica), Tanja Vultier (Colombia), Amy Roca Sinay (Guatemala) y Viridiana Martínez Ortiz.

*Colaboradora del Centro de Derechos Humanos Fray Francisco de Vitoria