MENSAJE DE FRAY MIGUEL CONCHA MALO, O.P. CON OCASIÓN DEL ACTO ECUMÉNICO DE MEMORIA Y ESPERANZA REALIZADO EN MÉXICO EL PASADO 1 DE DICIEMBRE POR EL FALLECIMIENTO DEL COMANDANTE FIDEL ALEJANDRO CASTRO RUZ

Ciudad de México,01 de diciembre de 2016.

Agradezco a todas las Iglesias, denominaciones y organizaciones cristianas y religiosas su fraternal invitación a participar en el acto ecuménico con ocasión de la partida a la historia viva, no muerta, como lo hemos podido atestiguar con ejemplaridad y asombro en estos mismos días en el pueblo cubano, con motivo de la celebración de sus exequias. Lo hago con gusto por medio de este breve mensaje.

Teniendo en cuenta que a ninguna persona, con excepción del Cordero de Dios que quita los pecados del mundo, se le puede juzgar por todos y cada uno de sus actos, lo que sería claramente injusto, sino por la trayectoria, el vector profundo de toda su vida, también en estos días un concierto plural de voces, creyentes y no creyentes, cristianas y pertenecientes a otras confesiones religiosas, provenientes de todo el mundo y pertenecientes a distintos círculos y grupos de nuestra común humanidad, han venido subrayando las características y cualidades políticas y culturales, pero sobre todo éticas de ese coloso universal que fue el Comandante de la Revolución Cubana, el Dr. Fidel Alejandro Castro Ruz, extraídas, fundamentadas y alimentadas  constantemente de diversas fuentes, incluso cristianas y evangélicas como algunos y algunas de nosotros lo podemos también atestiguar.

Entresaco algunas de ellas que me parecen dignas de ser subrayadas, para poder seguir nutriendo nuestro compromiso cristiano, eclesial y humano por otro mundo posible, en medio de las adversidades y tinieblas de este Siglo XXI.

Su pasión ética e insobornable por la justicia, particularmente la social, en la que también lo inspiraron la figura y enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo. Su defensa indeclinable de la dignidad siempre amenazada de todas las personas y del pueblo cubano, en un mundo que la pospone al último lugar de sus prioridades, si es que no considera a muchos seres humanos como descartables, como afirma el Papa Francisco. La defensa inclaudicable de su soberanía y su derecho insobornable a la autodeterminación, condición indispensable para el respeto de todos los demás derechos. Su celo por asegurar en toda circunstancia el cumplimiento cabal de los derechos humanos a la salud y a la educación del pueblo, como lo han reconocido ampliamente distintas instituciones de la Organización de las Naciones Unidas. Su dedicación por descubrir en el estudio asiduo las causas estructurales y coyunturales que generan la explotación y exclusión de las personas y cancelan sus derechos. La solidaridad con todos los pueblos que luchan por su liberación, y su generosidad por colaborar en la solución de las necesidades sociales apremiantes de los pobres más allá de sus fronteras. Su lucha internacional por la paz y sus agudas y certeras advertencias acerca de todos los factores que la amenazan y comprometen el destino futuro de la humanidad. Su aprecio en fin de la ciencia y la cultura, así como los valores cristianos y religiosos, particularmente a partir del VI Congreso del Partido Comunista de Cuba. Su apertura al diálogo y su cercanía con distintos representantes de Iglesias cristianas y líderes religiosos, incluidos varios Papas de la Iglesia católica, entre ellos San Juan XXIII, San Juan Pablo II, Benedicto XVI y el Papa Francisco. Su aprecio también y solidaridad desde hace años con varias comunidades cristianas y religiosas que realizan su trabajo en Cuba. Su acogida en los últimos años a muchos pastores y ministros religiosos extranjeros deseosos de ejercer su labor pastoral en Cuba.

En este acto ecuménico, en el que también se elevan con fe plegarias al Dios, Padre y Madre nuestra de la Misericordia y la Justicia por el pueblo cubano y por el eterno descanso del Comandante Castro, no puedo dejar de hacer mención de Don Sergio Méndez Arceo, VII Obispo de Cuernavaca, quien seguramente si viviera estaría participando con gusto en ese Encuentro Ecuménico, pues es también histórica la entrañable amistad y respeto que durante muchos años lo ligó a él con el Comandante Castro, y por él con varios de sus ministros, y también el cariño, respeto y aprecio que éste le tuvo por su honestidad, sinceridad y comprensión. Tratándose de un Obispo siempre fiel a su Iglesia, puedo asegurar que de ello la primera beneficiaria, aunque así no se haya reconocido siempre, fue la propia Iglesia católica en Cuba. Son muchos los recuerdos que en este sentido se agolpan ahora en mi mente, pero como Frei Beto los dejo para otra ocasión. Que Dios nuestro Padre y Madre tenga misericordia de nuestro estimado amigo el Comandante Castro, y más que nada que no deje de su mano al pueblo cubano.

Imagen: Invitación

Entradas relacionadas: