Sábado 09 de septiembre de 2017

Miguel Concha 

Aanizada y convocada por la red de la Asociación por la Tasación de las Transacciones Financieras y la Acción Ciudadana (ATTAC), entre los días 23 y 27 de agosto se llevó a cabo en la ciudad de Toulouse, Francia, la Universidad de Verano de los Movimientos Sociales. Desde una mirada mayormente europea, pero en diálogo con experiencias de lucha y resistencia de otras latitudes del mundo, en dicho encuentro se tuvo oportunidad de pensar en colectivo y en voz alta sobre las encrucijadas que hoy tenemos y enfrentamos en el mundo; y se reflexionó sobre algunas alternativas, espacios organizativos y estrategias de resistencia encaminadas a la transformación de este sistema, que sabemos pone al centro los intereses de las corporaciones, y la ganancia y acumulación del capital. Se pensó también en el efecto Trump y sus repercusiones en la agenda del comercio y los derechos humanos, y en el ascenso en Europa de posturas políticas ultraconservadoras y xenofóbicas.

En el evento se dieron cita distintas generaciones de activistas, académicos y personas defensoras de derechos humanos, que al encontrarse lograron identificarse frente a encrucijadas, en un mundo roto y confuso. Como se compartió en esta universidad, hoy México se ubica como uno de los acontecimientos políticos importantes de la actualidad. La llegada de Donald Trump al poder es un suceso que lo obliga, a él ciertamente, pero también al continente americano, a reflexionar y debatir, considerando hacía dónde y cómo queremos seguir.

Por ejemplo, muy recientemente comenzaron las rondas de la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), lo cual será clave para interpretar el rumbo de las relaciones comerciales que deban surgir, posteriores al fracaso o fortalecimiento de ese tratado. Ello nos ubica en por lo menos dos caminos. Uno, pensar que efectivamente nada cambiará, y que esta coyuntura es una más de las que generan las élites económicas y políticas de Norteamérica. Que debemos seguir por la misma senda, ampliando incluso los espacios de aplicación de las mismas recetas. O bien, dos, aprovechar que estamos en tiempos propicios para desenmascarar las mentiras que nos han sido impuestas por décadas. Para ser exactos, desde el Consenso de Washington. Este ejemplo del TLCAN se extiende también a otras regiones, donde la encrucijada se presenta igualmente así. Primeramente, asumir o no que este es un momento oportuno para superar contundentemente la falsa dicotomía que ahora se nos presenta entre nacionalismo –vulgo dicto proteccionismo de tipo neofascista–, y libre comercio neoliberal como únicos caminos.

Por tanto, como pueblos, comunidades y colectividades tenemos la oportunidad de proponer otros caminos. Otras formas de ser en el mundo. Otro modo de cooperar entre países. Otros modelos de relaciones comerciales. Existe ciertamente la posibilidad de generar cambios que nos permitan tener y proponer nuevas alternativas. Por ejemplo, una globalización de la solidaridad y de la justicia que ponga en el centro la dignidad de las personas y de los pueblos, sus derechos humanos, el cuidado y la conservación de la naturaleza, y nuestros bienes comunes. Una globalización que nos permita transformar realmente factores estructurales que reviertan con eficacia el cambio climático, la financiarización enloquecida, y la desigualdad social; y que nos habilite para poder divisar horizontes de esperanza y liberación en medio de esta crisis de civilización en la que nos encontramos en, por lo menos el mundo occidental, si es que no queremos encontrarnos mañana en una situación peor que la que ahora lamentamos. Una globalización que nos permita revertir los efectos negativos que ahora padecemos, aunque sea por medio de medidas concretas, continuas, escalonadas en el tiempo, modestas, pero eficaces.

Para esto, es urgente denunciar y ser conscientes de la arquitectura de la impunidad que se crea en favor de las corporaciones, como lo vemos en las propuestas de tratados de libre comercio nuevos o modernizados. Recordemos que una de las demandas más visibles de las corporaciones tiene que ver con la protección de inversiones y la resolución de controversias entre empresas y Estados, con lo que claramente se les otorgan más derechos y poder, en detrimento de los derechos de pueblos enteros.

Hoy las víctimas de este perverso sistema nos demandan más compromiso ético y político con sus causas, que son nuestras causas, y son desde abajo. Nos exigen unirnos en articulaciones estratégicas globales que nos permitan avanzar en la edificación de esos otros mundos. De esto fueron más conscientes quienes acudieron a la cita con ATTAC en Toulouse. Hoy es urgente, se dijo también, ser más prudentes de que podemos lograr cambios profundos, si no renunciamos al uso de nuestra sensibilidad y razón, y no seguimos negligiendo la ética en la política y la economía.

Las articulaciones son ahora sin duda de tipo internacionalista, sí, pero deben seguirse también dando a escala local, fortaleciendo actores sociales que de manera histórica han estado presentes en las luchas, y otras colectividades que hoy emergen y nos retan a repensar los proyectos de las izquierdas en el mundo. Nuestros criterios en esta tarea deben ser que entre más interseccionales sean nuestras articulaciones estratégicas, será mejor, como bien se reflexionó en diversos seminarios en esta Universidad de Verano. Que entre más develemos y demos cuenta con claridad de la violencia y maraña producida por los diversos sistemas de opresión que nos abruman, mejor podremos pensar nuestras estrategias comunes. Y por ello resonó una fuerte invitación. Las luchas sociales deben replantearse, ser interseccionales, y más creativas y esperanzadoras.

Consultar artículo en La Jornada.

Imagen destacada (modificada) : Esu2017

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