Editoriales | 📰 Editorial del CDHVitoria | 📷 Imagen : CDHVitoria
Por: Beatriz Rivero y Yoxmara González Tapia*
📅 Abril de 2020
“Tengo coronavirus, porque aunque parece ser que la enfermedad aún no ha entrado por mi cuerpo, gente amada la tiene; porque el coronavirus está atravesando ciudades por las que he pasado en las últimas semanas; porque el coronavirus ha cambiado con un trinar de dedos como si de un milagro, una catástrofe, una tragedia sin remedio se tratara, absolutamente todo. Donde pises está, donde llegas ha llegado antes y nada se puede hoy pensar, ni hacer, sin el coronavirus entre medio. Parece ser que no solo yo tengo coronavirus, sino que lo tenemos todas, todes, todos; todas las instituciones, todos los países, todos los barrios y todas las actividades”.
Maria Galindo, “Desobediencia, por tu culpa voy a sobrevivir
Son periodos de vorágines y complejidades. Han sido vastas las reflexiones críticas en torno a la crisis humanitaria vuelta observable y agudizada por el covid-19. Del norte al sur global, la conmoción que provoca reconocer la fragilidad humana y la falacia del bien individual sobre el bien colectivo[1], colocan en la balanza lo mismo que la utopía de la solidaridad viralizada[2], la normalización del estado de excepción como reacción inmunitaria global para futuros escenarios[3].
Como bien señala Raúl Zibechi[4], recuperando a I. Wallerstein, lo que hoy vivimos no es una crisis más, sino es una expresión del colapso del sistema-mundo moderno entendido como un proceso prolongado que implica desde hace tiempo, la destrucción de la vida en el que guerras y pandemias serán cada vez más frecuentes.
En este sentido, los desafíos para pensar con creatividad y desprocesar el estado de indefensión y parálisis en el que nos encontramos, no es mera coyuntura, es ante todo condición de sobrevivencia y el hacerlo desde la articulación de proyectos políticos populares, garantía de que esto suceda.
La diversidad de procesos organizativos de pueblos, comunidades y movimientos sociales, que hasta hace un mes sacudían a la región hoy se encuentran desentrañando brújulas y reconfigurando el mosaico de la resistencia, algunas en la memoria colectiva que les ha dado la experiencia histórica frente al colonialismo, otros y otras más en el cruce de las reflexiones actualizadas sobre los sentidos de lo político, de los sujetos políticos oprimidos desde antaño y la defensa de los derechos humanos.
En nuestro caso, para quienes nos dedicamos a la educación popular, nuestro quehacer no está exento de estos llamados. Confinamiento y distanciamiento social, dos medidas sanitarias que se instauran desde el (auto)disciplinamiento social y en muchos casos con el uso de la fuerza, irrumpen no sólo la dimensión técnica y práctica de las pedagogías populares, sino también ponen en cuestión los propios fundamentos que demandan los procesos formativos de este tipo, pues desafían y en muchos casos parecen cancelar la posibilidad de ternura, condición vital de no sólo todo proceso de educación popular, sino de acción revolucionaria.
Habríamos que sumar además, los efectos psicosociales que devienen de estas medidas de ordenamiento social: miedo, terror, ansiedad, estrés; y los impactos diferenciados según condiciones de género, clase social y raza, que dificultan pensar ¿Cómo generar condiciones para un proceso pedagógico en estas circunstancias, cuando el diálogo y encuentro entre personas, materia prima de todo espacio de educación popular, invita a hacerlo desde el ordenador? ¿Cómo posibilitar que este diálogo sea potencialmente liberador y transformador cuando a nombre de la sobrevivencia se elimina la calle como espacio social? ¿Cómo destrabamos el pánico que provoca el potencial contagio de la cercanía con el otro, la otra, el otre y empezamos a fortalecer otras narrativas de cuidado colectivo y como diría tan sugerentemente María Galindo, repensamos el contagio?
Desde el Centro Vitoria estas reflexiones llegaron junto con el acompañamiento a la 18a Generación de la Escuela para Personas Jóvenes Defensoras de Derechos Humanos, la cual es un proceso de formación política dirigido a juventudes que tiene como objetivo facilitar a través de un enfoque de educación popular y educación para la paz, herramientas teóricas y prácticas encaminadas a construir saberes, habilidades y experiencias respecto a los Derechos Humanos desde una aproximación crítica y transformadora.
Ante las medidas que se han promovido desde el gobierno mexicano, como la Campaña Nacional de Sana Distancia y las recomendaciones de “quédate en casa”; como acompañantes de este proceso nos enfrentamos al diseño de estrategias que permitan generar los vínculos para la reflexión crítica y la acción efectiva de la defensa de derechos humanos desde los diferentes contextos en los cuales se sitúan cada una de las personas integrantes de la generación, aunada a prioritaria y fundamental tarea de cuidado colectivo entre ellas, ellos y elles y sus más cercanas redes de socialización: familia, el vecindario, el barrio, el pueblo, etc.
El primer reto al que nos enfrentamos para propiciar y continuar este esfuerzo colectivo que es la Escuelita, ha sido construir un nuevo espacio. ¿Cómo sabernos compañeros y acompañarnos desde lo impersonal que puede ser el mundo digital cuando además reconocemos las diferencias que implica nuestra diversidad? Pensamos en los múltiples estilos de aprendizaje, en las condiciones diferenciadas por cuestiones de género, clase social e incluso espacio geográfico las cuales nos hacen habitar de manera desigual los mandatos sanitarios en lo personal y lo colectivo. Pero también en la propia pertinencia de sostener a pesar de estas condiciones, un esfuerzo de educación popular como este, cuando los contenidos, las finalidades cobran sentido en el actuar cotidiano de los sectores populares y el propio avance y necesidades de los procesos organizativos.
Con más preguntas que respuestas claras, retomamos el amplio trabajo de Henry Lefebvre respecto al espacio físico, mental y social, e imaginamos el espacio virtual como un híbrido en donde podemos retomar lo percibido para proyectar “una izquierda y una derecha, una parte superior y una parte inferior”[5] desde lo concebido, que permita la proyección de lo que concretamente atraviesa nuestras corporalidades y territorios de modo que practiquemos la responsabilidad compartida de comprender nuestro presente desde nuestros miedos y esperanzas, desde lo profundo y personal de las interpelaciones que nos hacen estos tiempos tan duros, y fortalezcamos colectivamente esas apuestas de transformación hacia realidades más justas y alejadas del “sálvese quien pueda”.
* Colaboradoras del Centro de Derechos Humanos Fray Francisco de Vitoria O.P. A.C (@CDHVitoria)
[1] Aguilar, Y., ( 22 de marzo del 2020), “Jëën pä’äm o la enfermedad del fuego”, El País, Recuperado en: https://n9.cl/4una
[2] En alusión a las reflexiones de Zizek sobre “El coronavirus es un golpe al capitalismo a lo “Kill Bill” que podría reinventar el comunismo”, recuperado en: https://n9.cl/689a
[3] Han, B., (22 de marzo de 2020), “La emergencia viral y el mundo de mañana. Byung-Chul Han, el filósofo surcoreano que piensa desde Berlín”, El País, recuperado en: https://n9.cl/02nv
[4] Zibechi, R., (27 de marzo de 2020), “El mundo pos pandemia”, La Jornada, recuperado en: https://cutt.ly/2tIwMB7
[5] Lefebvre, H. (1976), Espacio y política. El Derecho a la Ciudad II, Barcelona: Ediciones Penínsulas, 26-28.