Editoriales | Columna semanal de Fr. Miguel Concha en La Jornada

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Por: Mariana Bermúdez

24 de febrero de 2024

La violencia estructural ha generado desigualdades e injusticias en todo el mundo, y los grupos que históricamente han estado en situación de vulnerabilidad han sido los más impactados por las dinámicas derivadas de esa circunstancia, así como del resto de los sistemas de opresión dominantes. En México, los síntomas de la violencia histórica y colonial se han reflejado principalmente en las comunidades indígenas, cuyos efectos han sido el rompimiento del tejido social, la división entre quienes las forman, la intervención de agentes externos con intereses ajenos al pueblo y la disputa por mantener la paz en sus territorios.

Aunado a esto, la actual disputa entre el crimen organizado por la ocupación de tierras comunales ha ocasionado trata de personas, reclutamiento forzado y desplazamientos internos que buscan paz, justicia y cuidado por la vida. La Nación Triqui es un pueblo que ha atravesado por estas injusticias; desde 2010 han sido desplazados masivamente de sus hogares en las comunidades de San Miguel y San Juan Copala en tres ocasiones, lo que tuvo como consecuencia la expulsión de más de mil personas y otras aproximadamente 600 víctimas de un ataque armado en 2021 que las obligó a abandonar la comunidad de Tierra Blanca.

Lo anterior generó que las víctimas y las comunidades exigieran al gobierno de Oaxaca la instalación de diálogos y mesas de trabajo para construir las condiciones de seguridad, justicia y paz necesarias para regresar a sus hogares, por lo que el estado oaxaqueño decidió retomar esta iniciativa de la comunidad triqui y se comenzó a trabajar en un Plan de Paz para la Nación Triqui. Sin embargo, esta voluntad política no logró trascender los cambios administrativos y políticos en dicho gobierno, dejando solas a las víctimas y a esa comunidad ante la violencia ejercida en sus territorios y debilitando la organización conjunta que se había impulsado para restablecer la justicia y la paz en sus tierras.

Ello implicó que la interlocución se centrara en las dirigencias políticas de tres organizaciones y se rompiera la dinámica colectiva, integral, de toma de decisiones y escucha hacia las necesidades y preocupaciones de la comunidad diversa que es. A pesar de los intentos por retomar los diálogos con el gobierno estatal, éstos han sido fallidos y la violencia hacia la Nación Triqui no se detiene. Es importante mencionar que el desplazamiento interno forzado que ha vivido la comunidad no sólo es un cambio de territorio, sino que conlleva perder la conexión con el resto de la colectividad, dejar su origen en la tierra e incluso su identidad con el lugar donde crecieron.

Es por ello que el pasado jueves 22 de febrero se llevó a cabo el Conversatorio para la paz en la Nación Triqui, convocado por el Movimiento de Unificación y Lucha Triqui Independiente (Multi) en las instalaciones del Centro Universitario Cultural (CUC), con el fin de hacer un llamado al resto de la Nación Triqui, organizaciones, Iglesia, colectividades y en apoyo solidario que abone a la construcción de paz, la búsqueda de justicia y a promover lo necesario para que puedan volver a sus hogares. Durante el panel, ellas y ellos compartieron su caminar y la lucha contra estas injusticias que han tenido que afrontar durante su desplazamiento forzado, colocando en el centro la importancia de coordinarse entre las diversas partes de la Nación Triqui para restaurar la paz en la comunidad y, con base en las competencias y responsabilidades del estado de Oaxaca, acceder a la justicia para que se atiendan las violaciones graves de derechos humanos que han vivido.

Asimismo, compartieron una propuesta para iniciar un proceso de Diálogo para la Paz en la Nación Triqui, las cuales tienen la intención de conversar con sociedad civil e Iglesia para convocar a organizarse con los pueblos indígenas de México que han sido víctimas de la violencia y generar rutas de acción hacia la justicia restaurativa y transicional. Posteriormente, lograr fortalecerse entre la comunidad triqui para impulsar los trabajos institucionales con los gobiernos federal y estatal.

En consecuencia, es necesario reflexionar ¿cómo podemos colaborar conjuntamente y desde nuestras posibilidades y competencias, para garantizar la paz y la justicia en la Nación Triqui? ¿Cómo podemos sanar como comunidad desplazada y despojarnos de la violencia que nos atraviesa? ¿Cómo resignificamos nuestra identidad cultural ante la criminalización gestada desde el Estado? Por tanto, como sociedad civil es importante sumarnos a los procesos del Diálogo para la Paz e impulsar que nuestras compañeras y compañeros triquis puedan regresar hacia sus hogares y vidas con paz y dignidad, porque sin diálogo no hay paz, y sin esto no hay mundos dignos y justos que habitar.

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