Participación durante el Encuentro Nacional de Usuarios convocado principalmente por la ANUEE en las instalaciones del SME


Agradezco mucho la invitación que nos han hecho, a mí y al Centro de Derechos Humanos Fray Francisco de Vitoria, O.P., A.C., a este Encuentro Nacional de Usuarios, con el que se busca construir un movimiento nacional que genere un plan de acción conjunto entre todas y todos los presentes, en medio de esta coyuntura tan particular. Saludo con afecto a Martín Esparza Flores, Secretario General del SME; a Enrique Enríquez, Secretario General de la Sección 9 de la CNTE; a Jorge Herrera Ireta, Vicepresidente de la Confederación de Jubilados, Pensionados y Adultos Mayores; y a la Dra. Elena Burns, de Agua para Todos; a Juan Carlos Escalante, Coordinador Nacional de la ANUEE, y a todas y todos los miembros del presídium.

Deseo comenzar esta participación saludando especialmente la lucha que la Asamblea Nacional de Usuarios de la Energía Eléctrica (ANUEE) ha emprendido desde hace casi 10 años. Ustedes nos han enseñado muchas cosas durante todo este tiempo, entre las cuales se destaca una lección muy importante: el profundo potencial emancipatorio y liberador de las luchas populares que realizan los movimientos sociales de base; aquellos que vienen desde abajo y dejan de ser espectadores, para convertirse en actores y protagonistas de la historia.

Una vez más quiero reconocer públicamente que el pueblo de México ha contraído una deuda con movimientos sociales como la ANUEE o Agua Para Todos, Agua Para la Vida, porque sus luchas de resistencia y rebeldía son un rayo de esperanza (Pleyers, 2017: 6), ya que no sólo buscan bienes particulares, sino sobre todo bienes comunes que beneficien a muchas más personas; por ejemplo, una tarifa social justa en lo que respecta al suministro de la energía eléctrica, y el acceso equitativo y sustentable al agua.

Considero importante señalar que los movimientos sociales, con características como los de ustedes, desafían frontalmente el “orden” establecido por el capitalismo en su fase neoliberal, el cual, por ejemplo, acentúa las desigualdades y permite que autoridades y empresas violen los derechos humanos de personas y grupos que sólo desean construir un mundo más justo y digno, menos desigual y más democrático (REDESCA, 2019).

De una u otra forma los movimientos sociales, a través de sus luchas, intentan responder a una eterna pregunta: “¿cómo cambiar el mundo?” (Pleyers, 2018: 16), especialmente en un contexto de violencia sistémica y sistemática que, aunado a otros de los grandes problemas estructurales, como la inseguridad, ha desencadenado una crisis humanitaria y de derechos humanos sin igual en un “México en llamas”; es decir, en un México feminicida, donde mueren 10 mujeres al día; y donde 10 de cada 100 pesos se pierden debido a la corrupción y la impunidad. En el que existen más de 60 mil personas desaparecidas y casi 300 mil asesinadas. Donde siete de cada diez niñas y niños que nacen en situación de pobreza vivirán así el resto de su vida, por citar sólo algunas referencias.

Asimismo, en la última década los movimientos sociales en México se han enfrentado constantemente a la apatía, a la indiferencia, a las descalificaciones, al rechazo, a los prejuicios y a la discriminación de diversos sectores; entre ellos la extrema derecha, movimientos neofascistas y autoridades que, entre otras cosas, les colocan etiquetas como “revoltosos”, “flojos”, “problemáticos”, “chairos”, “conservadores”. También han luchado contra las injusticias, la represión, el autoritarismo y el conservadurismo diseminado, en gran medida, por las redes de complicidad entre el Estado, las empresas y el crimen organizado.

Así pues, frente a esta crisis humanitaria y de derechos humanos que desgarra al país, y de cara al orden hegemónico y patriarcal que ha sido implantado mediante el capitalismo en su fase neoliberal, los movimientos sociales representan una chispa de esperanza a partir de la cual es posible imaginar otros mundos posibles. Por tal motivo quiero proponerles una herramienta efectiva para lograr semejante propósito: los derechos humanos, los cuales ya son viejos conocidos de todas y todos ustedes, porque históricamente muchos de ellos  se nos revelan y los ejercemos y gozamos gracias a las luchas de los movimientos sociales.

De este modo, cabe preguntarnos qué son los derechos humanos. Hay quienes dicen que éstos son prerrogativas, facultades que tenemos todas las personas para hacer o no hacer algo; o bien, condiciones de vida indispensables para potenciar de manera integral al ser humano. Todo esto es cierto. Ello no obstante, verlos como una gran caja de herramientas de exigibilidad y justiciabilidad nos abre un gran horizonte, porque así podemos comprenderlos y usarlos también como medios de emancipación para luchar y construir mundos más dignos, democráticos y equitativos, con paz, justicia y dignidad para todas las personas que habitan o transitan por el país.

Por lo tanto, hay que desempacar los derechos humanos de sus cajas para ponerlos en acción (Serrano y Vázquez, 2013), pero no desde perspectivas capitalistas, patriarcales y coloniales, sino a partir de comprensiones y usos críticos, alternativos y contrahegemónicos, porque entendidos y empleados de esta manera tendrán un papel transformador y una gran capacidad catalizadora para propiciar las condiciones mínimas de emancipación y reivindicación, debido a que los derechos humanos también son una fuente de energía radical para las luchas de los movimientos sociales.

Tracemos para ello una ruta de acción de por lo menos tres pasos. Primero, es indispensable que antes que cualquier otra cosa identifiquemos las obligaciones generales de todas las autoridades en sus diferentes niveles de competencia con respecto a los derechos humanos: respetar, proteger, garantizar y promover. Esta tarea la hicimos semanas atrás junto a la ANUEE en una mesa de negociación en la Secretaría de Gobernación ante funcionarias y funcionarios de distintas dependencias federales, a quienes les recordamos algo que se supone deberían saber. De igual modo, es necesario conocer los principios que permiten utilizar los derechos humanos con fines prácticos (Serrano y Vázquez, 2013); uno de ellos, la progresividad, que implica un avance paulatino de las condiciones mínimas para el ejercicio y goce pleno de un derecho (OEA, 2005: 5.1); por ejemplo, nuestro derecho a la energía eléctrica.

Segundo paso: desempacar los derechos para ponerlos en acción implica igualmente el uso de estrategias jurídicas y políticas, entre ellas, recursos de amparo, uso del interés legítimo ante afectaciones reales a nuestra esfera de derechos, documentación de violaciones a derechos humanos, iniciativas ciudadanas, movilizaciones y protestas pacíficas, mesas de negociación con autoridades, solicitud del recurso de parlamento abierto para discutir temas de orden público, conferencias de prensa, uso de redes sociales, foros, entre otras tantas.

Tercer paso: atendiendo a la parte positiva de dichos como “la unión hace la fuerza”, consideramos fundamental que los movimientos sociales establezcan redes de apoyo y solidaridad con víctimas y sobrevivientes, colectivos, pueblos y comunidades indígenas y afrodescendientes, espacios académicos, organizaciones de la sociedad civil, así como con otros movimientos sociales afines y la sociedad civil en general, ya que a través de agendas comunes, en las que estén presentes los derechos humanos, se siguen construyendo fecundas  articulaciones, alianzas y relaciones estratégicas para la realización de acciones colectivas que busquen construir otros mundos posibles, e incidir en políticas públicas en materia de derechos políticos, civiles, económicos, sociales, culturales y ambientales.

Finalmente, en un tiempo en el que parece que ni las más insólitas injusticias sociales, ni el más injusto sufrimiento humano, generan indignación moral ni voluntad política para enfrentarlos y erradicarlos efectivamente, bajo ninguna circunstancia podemos permitirnos desperdiciar ninguna de las genuinas experiencias de indignación de los movimientos sociales, porque están orientadas a reforzar la organización y la determinación de todas y todos los que no han abandonado la lucha por una sociedad más justa y equitativa (De Sousa Santos, 2014: 10).

¡Muchas gracias a todas y todos por su atención!


De Sousa Santos, Boaventura. (2014). Si Dios fuese un activista de los derechos humanos. Madrid: Trotta.

Corte Interamericana de Derechos Humanos. (2019). Informe Corrupción y derechos humanos: Estándares Interamericanos. OEA.

Pleyers, Geoffrey. (2018). Movimientos sociales en el siglo XXI. Perspectivas y herramientas analíticas. Buenos Aires: Clacso.

Pleyers, Geoffrey y Manuel Garza Zepeda. (2017). México en movimientos. Resistencias y alternativas. México: Porrúa.

REDESCA. (2019). Informe Empresas y Derechos Humanos: Estándares Interamericanos. OEA.

OEA. (2004). Documento de Avance sobre las Normas para la Confección de los Informes Periódicos Previstos en el Artículo 19 del Protocolo de San Salvador. OEA.

Serrano, Sandra y Daniel Vázquez. (2013). Los derechos en acción. Obligaciones y principios de derechos humanos. México: Flacso.

Imagen destacada : Fernando Escobedo O.P.

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