Niveles superiores de acción cívica

Sábado 28 de enero de 2017

Miguel Concha 

La visión que los analistas y los políticos de otros países tienen sobre México puede sintetizarse en la interrogante de por qué una sociedad, que habiendo recibido tan pocos beneficios ha aguantado tantos años el dominio de unas élites económicas y políticas que han procurado tan poco por el conjunto de los mexicanos. Los acontecimientos de este mes, seguro que harán cambiar esta visión. Es cierto que el incremento en los precios de los energéticos colmó la paciencia social, puesta a prueba durante muchos años, e incluso décadas, por las pésimas decisiones que llevaron al desempleo, al deterioro del salario, a la disminución en calidad y cobertura de la seguridad social, a la pérdida de futuro para los jóvenes, y, por si esto fuera poco, a la tolerancia, en connivencia en muchos casos con funcionarios, del ascenso de grupos delincuenciales, con los cuales pactaron, a costa de la violencia sufrida por la población, y sin el menor cuidado de sus derechos fundamentales, el enriquecimiento mutuo. Pero también es cierto que las expresiones de descontento, valiosas por espontáneas, que tuvieron la capacidad de frenar las provocaciones para desprestigiarlas, y poder continuar con sus acciones pacíficas, tienen que pasar a niveles superiores de acción cívica.

Tienen que ser capaces de generar programas, tanto de acción inmediata como de mediano plazo, compartiendo el capital analítico que han venido acumulando en tantos años de sufrimiento. En estos momentos de amenaza y afrenta internacional se requiere sobre todo la intervención decidida y decisoria de la sociedad. Tenemos que iniciar conjuntamente el proceso de reconstrucción de la patria en los frentes económico, político, social, cultural e internacional. Frente al panorama anterior es promisorio que muchas organizaciones sociales, que desde los inicios de la crisis han advertido de sus efectos y también de sus causas, y llamado reiteradamente a la sociedad mexicana a tomar en sus manos su propio destino –como el Frente Amplio Social Unitario, Por México Hoy, la Unión Nacional de Trabajadores, El Campo es de Todos, la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación y muchas otras más– hayan decidido convocarse mutuamente, y a toda la ciudadanía, para que este martes 31 de enero salgamos en todo el país a manifestarnos, no sólo en contra de la decisión que generó la movilización de la sociedad mexicana, sino también para expresar el rechazo a un modelo económico y político que ha traído tantas calamidades a la nación entera. Y por ello mismo invitar a toda la nación a crear una nueva ruta de desarrollo para todas y todos.

Este valioso llamado tiene, sin embargo, ante sí dos retos fundamentales. El primero es que no puede quedarse en una sola marcha, que seguramente será muy numerosa, en la ciudad y en todo el país, sino que tiene que continuarse con diversas acciones que apunten a la construcción de un espacio de diálogo y acuerdos entre todos aquellos que pugnan por una nueva ruta de desarrollo, dirigida al logro de las condiciones básicas para el bienestar de toda la población, la vida pública con democracia sustantiva y participativa, y al final de cuentas una sociedad fincada en la observancia estricta de los derechos humanos de toda la ciudadanía. El segundo desafío consiste en armonizar las distintas formas y tradiciones de participación de las diversas organizaciones, las campesinas y las urbanas, los sindicatos y las organizaciones civiles; en síntesis, todas las que han sido agraviadas por las élites, y que hoy pretenden conjuntar sus esfuerzos, para lo cual es necesario que nadie dirija a nadie, sino que todos estén dispuestos a aprender unos de otros y caminar juntos superando los resentimientos por las confrontaciones anteriores.

En efecto, la política real también requiere del perdón mutuo. Sobre todo si se está de acuerdo en que lo fundamental es avanzar hacia un modelo de desarrollo que tenga por horizonte la vigencia de todos los derechos humanos de todas y todos, y una vida pública orientada a una democracia real, y a unas relaciones sociales justas y solidarias. Hoy es claro que la sociedad tiene que hacer las tareas que gobierno y partidos políticos no fueron capaces de realizar: ofrecer un proyecto de nación, condición indispensable para ser reconocidos y respetados en la sociedad internacional, y para afirmar nuestra soberanía, particularmente amenazada en estos días por el giro autoritario y conservador que ha experimentado el gobierno estadunidense, que pretende la prosperidad de su país a costa de la humillación del nuestro. Defender nuestra soberanía en estos aciagos momentos reclama más que nunca defender nuestra independencia como nación. Pero la necesaria unidad nacional no puede construirse en abstracto, sino tiene que ser en función de un proyecto, cuya defensa nos unifique. Y en este sentido, el primer paso de la sociedad organizada será siempre exigir una respuesta digna y clara frente a las provocaciones del gobierno del norte, y pedir al Senado que cumpla con su papel de garante de la política exterior de México.

Las relaciones con Estados Unidos son muy importantes como para sustraerlas del escrutinio ciudadano y de la deliberación pública. Es seguro que el mundo neoliberal ya no será como se soñó. No es improbable que haya entrado en su crisis final, pero no tendremos un mundo ni un país mejores si no empezamos a construirlos desde ahora, si no nos creemos capaces de lograrlo. Tal vez tengamos que conocer lo inédito. Una sociedad que es capaz de marcarle rumbo a su gobierno. Hay indignación y potencial organizativo para realizarlo. Pero ello será a condición de que intentemos caminar y aprender juntos cómo construir una nueva etapa para nuestro país.

 

Consultar artículo en La Jornada.

Imagen destacada : Jorge Aguilar

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